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Castells: «Los procuradores tienen una función para una sociedad mejor»

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06.03.2024. Manuel Castells se jubila. Después de 42 años de profesión, el ilustre procurador de Vigo, nacido en Beneixama (Alacant) en 1955, cuelga la toga. Castells ha sido procurador durante 42 años y ex decano del Colegio de Procuradores de Vigo. Crítico con la evolución de las condiciones de trabajo, con la actualización de aranceles y con la evolución del propio concepto de la Justicia, cree en el papel de los profesionales de la procura en la construcción del futuro. “Debemos seguir adelante creyendo que es posible crear una sociedad mejor y que, como procuradores, tenemos una función muy importante en ella dentro del ámbito de la Administración de Justicia”, señala Castells.

El Colegio de Procuradores de Vigo le rinde homenaje el 8 de marzo por toda una vida como profesional y compañero.

¿Qué sensaciones tienes al jubilarte después de 42 años como procurador?

Es frecuente pensar que la jubilación es algo que nunca va a llegar, pero siempre llega, te guste o no, y no tienes más que aceptarlo. También empecé a sentir muchos apegos y afectos en el momento que me di cuenta de que se estaba produciendo una separación de la vía profesional. Y algo de tristeza, porque ves que el tiempo va sucediéndose y siempre tienes la sensación de que podrías haber hecho o más o haberlo hecho mejor. Pero no se puede ser demasiado duro con uno mismo, hay que aceptar la vida como se ha desarrollado.

¿Podrías sintetizar algunos recuerdos?

¡Uf! Ahora, así, de golpe y porrazo, es bastante complicado. Sí me gustaría destacar que esta profesión es bastante desconocida en cuanto a que somos auténticos agentes de la realidad del día a día. En un juzgado confluye toda la amplia gama de personas y situaciones que se pueden dar en la vida, demandantes, demandados, víctimas, victimarios… Y eso, además de dar mucho que pensar, te presenta situaciones muy difíciles de mirar cara a cara. Pero por lo menos podemos llegar a comprender la naturaleza y el sentir de la gente y las necesidades del día a día. Quizá la experiencia más dura que he tenido que enfrentar ha sido ver cómo una madre y sus hijos pequeños tenían que abandonar la casa por desahucio, con harto dolor del cliente. Pero también he visto en qué condiciones se ha encontrado algún propietario su inmueble. Y, en este sentido, creo que la Administración debería implicarse un poco más y asistir a algún lanzamiento de vivienda para ver la realidad.

¿Qué es lo que más ha cambiado en la profesión en tus años de trayectoria?

Lo resumiría en el gran cambio que nos supuso pasar de hacer copias en papel cebolla, porque aún no había ni fotocopiadoras, a estar ahora completamente colgados en la nube. Tanto que, cuando falla, nos llevan los demonios, porque los plazos están ahí y hay que afrontar la situación como mejor puedes y con la máxima tranquilidad posible. El cambio es necesario, está bien, pero veo un fenómeno en el que los valores morales y los técnicos no andan parejos, se prima uno sobre el otro. Hay un gran optimismo con la tecnología, como si fuera lo que va a salvar a la humanidad, pero yo creo que no soluciona los grandísimos problemas sociales que tenemos en el día a día, ni tampoco en la profesión.

¿Y entre los profesionales?

El incremento de mujeres en la procura es el gran fenómeno que se ha producido en la profesión. Cuando empecé, el porcentaje de procuradoras andaría sobre el 15% o el 20%, y actualmente debe rondar el 75%. Cuando era decano siempre instaba a que hubiera una decana para que las mujeres también empezaran a decidir sobre la profesión. No lo conseguí, pero espero que esto también cambie.

¿Cómo asegurar el futuro de la procura?

Es la pregunta del millón. Yo creo en un futuro de la procura con muchos cambios. Al inicio de la profesión había cierta reticencia hacia nosotros, quizás por creer que éramos incompatibles o que había competencia entre abogados y procuradores. De eso hemos pasado a que institucionalmente se cuestione nuestra figura.

Se cree que la Justicia es un problema económico, de abaratar costes, pero no es así. Estamos limitando lo que cobra un procurador o un abogado, como ya se ha hecho en la última actualización del arancel, de manera que cualquier ciudadano pueda cuestionar el valor de tu trabajo. ¿Por qué no se habla de abaratar costes en otros sectores y se cuestiona la percepción económica de su trabajo? Parece que la Justicia empieza a entenderse como un consumo de servicios judiciales y se apunta a una incapacidad sistémica para dar respuesta a la demanda, con demasiados cambios y demasiado rápidos. Las personas físicas tienen su cadencia y sus ritmos de trabajo y, en función del número de personas que hay, se resuelve más o menos rápido.

Dicen que un buen sistema judicial debe ser rápido, no costoso, previsible y fiable, como si pudiera solucionarse con una máquina como la del café que funcione con Inteligencia Artificial. Se limita el campo a cuestiones meramente técnicas y tecnológicas. Esto es lo que se prevé, pero el mundo lo hacemos permanentemente.

¿La tecnología puede sustituir el trabajo de los procuradores?

Lo que subyace en el fondo de todo esto es que los problemas humanos son problemas que puede solucionar la tecnología, pero esos son solo algunos. Fundamentalmente, los problemas humanos son emocionales, y eso una máquina no lo va a solucionar si queremos hacer una sociedad más justa.

Los procuradores tenemos una función muy próxima a la gente, como el acompañamiento. Ahora también se está hablando de crear un facilitador, que para mí es otro voluntariado más. Yo creo que los procuradores ya están precisamente para facilitar a la gente el acceso a la Administración de Justicia, con palabras entendibles.

¿La figura del procurador ejecutivo, que ya tienen otros países europeos como Portugal, podría mejorar la profesión en España?

Sí, podría, pero el tema de dar más funciones a los procuradores es tan antiguo como el Libro Blanco de la Justicia, que vio la luz en los noventa. Después, desde el Consejo General de Procuradores se propuso al Ministerio ampliar la capacidad de acción del procurador dentro del sistema de ejecución. La respuesta fue negativa. Y, como ese, hubo otros intentos.

Podría darse la situación de que el procurador accediera a la ejecución, pero volveríamos al mismo problema: no es una cuestión técnica, sino nuevamente emocional, porque hay que atajar cómo compatibilizar eso con la labor de los Letrados de Administración de Justicia, que se verían invadidos. Y la propia estructura de los despachos de los procuradores seguramente también tendría que cambiar, de despachos personales a sociedades profesionales.

¿Algún mensaje o consejo para quienes siguen en activo?

Primero, un deseo: que sean felices. Y mi único mensaje, que es una máxima para mí desde el primer día que lo leí y que he intentado aplicarme siempre: ser inconformista con las palabras para, con el tiempo, ser inconformista con los hechos.

Lo que admiro de este Colegio es el buen rollo, la colaboración entre todos los profesionales. Y no sé si será verdad o no, pero creo que es una república de soñadores, que creemos, y yo también lo creo, que el cansancio no es una opción. Pienso que debemos seguir adelante creyendo que es posible crear una sociedad mejor y que, como procuradores, tenemos una función muy importante en ella dentro del ámbito de la Administración de Justicia.

Fotografía: Punto GA-M.Riopa.