18.05.2021. La vida de un escritor debe entenderse como un todo del que no se puede desarticular una sola pieza sin destruir el significado que representa en su conjunto. La actividad que desarrolló Celso Emilio Ferreiro como procurador fue un elemento constante de enriquecimiento en su obra y resulta muy difícil fijar una línea divisoria entre su profesión y su creación poética. De hecho, su poesía es un reflejo de su vida, pero también su vida es un fulgor de su obra literaria. Las experiencias vitales y profesionales del autor de Longa noite de pedra en los más de 15 años que ejerció como procurador en Vigo se transforman en esenciales para su escritura, como asegura su biógrafo, el profesor Ramón Nicolás. “Todo lo que lee, vive y experimenta resulta determinante como materia literaria en sus proyectos poéticos. Y, por lo tanto, se reflejan en sus poemas”, sostiene Nicolás.
Uno de los lugares que conformaron su vida entre 1950 y 1966 fue el edificio situado en el número 54 de la viguesa calle del Príncipe, que actualmente alberga el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad y, con anterioridad, fueron los antiguos juzgados y cárcel de Vigo. Los 16 años que ejerció como procurador en la ciudad gallega posibilitaron que conociera muy bien todas las dependencias de este edificio del siglo XIX.
La construcción de este singular inmueble se aprobó el 16 de mayo de 1861 y lo que, en un principio, se había planteado como una humilde cárcel, acabó convirtiéndose en un Palacio de Justicia, con prisión y un pequeño albergue para los guardias. Después de varios años de cambios, las obras concluyeron en 1880, como certifica la placa de mármol instalada en la fachada principal. Cuando se realizó el proyecto arquitectónico, el inmueble se situaba prácticamente en las afueras de la ciudad, en el arranque de la carretera hacía Ourense, y cuando se terminó estaba rodeado totalmente por edificios.
El edificio es de planta hexagonal irregular formada por un cuerpo rectangular con fachada a la calle del Príncipe, un cuerpo circular en el centro del que parten tres naves radiales y, por último, varios cuerpos laterales que cierran el perímetro de la edificación. Este tipo de planta, conocida como panóptica, permitía una vigilancia más sencilla, a la vez que se creaban varios patios exteriores para los presos.
Faro de Vigo recogía en sus páginas la inauguración, que tuvo lugar el 16 de diciembre de 1881. «Vigo cuenta, pues, con un verdadero palacio elegante, solida y soberbiamente construido que además de servir para administrar justicia dignamente a todos los ciudadanos, puede dar albergue decoroso a los que impelidos por el viento de la fatalidad o de la desgracia caen en el negro abismo del crimen, y tienen que purgar sus faltas separados de la sociedad, aislados del trato de los hombres. ¡Ojalá sean pocos los desgraciados á quienes la traidora suerte o la perversidad de naturales instintos les obligue a sepultarse en aquellas estrechas celdillas, sufriendo los rigores de la justicia!», recoge la crónica.
Celso Emilio conocía íntimamente estos rigores y así lo trasnmitía en su obra referencial, Longa noite de pedra:
O teito é de pedra.
De pedra son os muros
i as tebras.
De pedra o chan
i as reixas.
As portas,
as cadeas,
o aire,
as fenestras,
as olladas,
son de pedra.
Os corazós dos homes
que ao lonxe espreitan,
feitos están
tamén
de pedra.
I eu, morrendo
nesta longa noite
de pedra.